lunes, 22 de febrero de 2010

otro casamiento


Del otro lado de la familia, es decir del lado paterno están los Perotti Vazques, o Perotti & Vazques, así como el nombre de un estudio jurídico.
Esos familiares que son como los ovnis, nunca los ves, pero hay filmaciones, fotos y hasta postales que acreeditan que existen en algun lugar oscuro de la memoria. Y no los ves, salvo que suceda algún acontecimiento mayor con excepción de los nacimientos hechos que no contemplan curiosamente.
Es decir la fortuna del reencuentro se produce durante un casamiento o un velatorio, al igual que sus esporádicos llamados telefónicos que suceden cuando alguna prima se recibe de abogada o contadora, unicamente (médico no, quinesióloga, farmacéutica o maestra no existen)
o para avisar que algun miembro de la noble familia viaja a Europa, sólo a Europa, ya que dentro de américa seria como viajar a Montecristo en un interurbano.
Y allá fue extrañamente toda la famila, al casamiento de Vicky Perotti Vazques con Augusto Gomez Pon`s, como la crema Pon´s pero con un Gomez.
Obviamente en la catedral. Los amigos del novio, borrachos todos, disfrazados de ilustres dandys. El hombre en los casamientos suele tener tres gestos inconfundibles: Una mano en los bolsillos: "siempre me visto de traje, particularmente éste me costó un sueldo". Ambas manos en los bolsillos: "Jamás usé uno, éste es prestado, los puños me quedan largos", o la típica "acariciada" de corbata, medidor de sus picos de ansiedad nerviosa.
A menos que sean recién casados entonces están adhosados a la mano de su concubina. Hablan, comen y chupan como siameses sin separarse y se van minutos después de finalizado el vals.
Ellas, las mujeres se amontonan todas cubriéndose de la mirada sagaz de ellas mismas, lacias, rubias, bronceadas, laqueadas con vestidos sin repetir y sin soplar en formato ni colores, previo aviso al recibir la tarjeta del enlace. Así las solteras de encendidos rojos o azules, las comprometidas o de noviazgos añejos de negro, las de cuarenta que aún no se asumen de dorado o plateado y las más viejitas solteronas con Chal tejido haciendo juego con nada.
Llegan todos emparejados a la ceremonia para luego separarse en la salida. Ellos mirando treinta veces por minuto su reloj. Ellas Tejen poderosos trabalenguas con la mirada fija en los zapatos de la más cercana y apretando sus mini carteras donde sólo entran un lapiz, una media y una cafiaspirina.
Besarse en la boca con tu pareja a la espera de los novios: una gronchada total!. La onda es la asexualidad. Lo correcto es que ellos aprieten levemente usando tres dedos la espalda de sus damas con una única afirmación mental "Soy un cheto bárbaro, soy fiel, somos los más lindos, lejos"
Ellas con un tono frívolo acarician levemente el hombro de sus caballeros también con una frase mental de cabecera: "Este gesto no contiene elemento sexual alguno, soy una lady, yo no cojo, cojer es un horror, según la cosmopólitan arruga las paredes de la cavidad vulvar y da cáncer".
En su otra mano libre los caballeros de porte ingles llevan, cada uno, una cámara digital de octava generación con la que apuntan a sus novias, conversaciones insulfas y por supuesto en espera de la salida de los tortolos. Al novio, encanutado en sobrio azul, lejos ya de la noche anterior y la bebota del "unicornio" llenándolo de espuma de afeitar, y a la bella novia, de níveos pensamientos, casi en blanco.
Es decir que hay quinientas filmaciones del mismo momento pedorro del beso apretado en la entrada sin contar la de las cuatro cámaras profesionales contratadas, que también toman la escena.
Llantos, las amigas de la novia separan sus dedos en abanico llevando sólo los índices a los ojos. Secan sus imperceptibles lágrimas torneandose las pestañas.
Ya se siente la estela de clip! clip! desactivada, de las alarmas de los autos al unísono, todos se apuran, localizaciones de los novios por parte de ellas con finos: Andy? Roger? Ferchu? Jonhyyy? a los que responden inmediatamente con un: Preciosa!, amor!, cielo!, dulce!, tan distinto al Ché boluda alcanzame el control remoto cuando están solos en el dpto.
El altar con sus picos de raiting, donde todos nos concentramos en los mismos eternos ritos con algo de perversión: El ladeo de los novios tiesos a punto de morir o desmayarse. El "hable ahora o calle para siempre", exhortación absurda si las hay, pero que de todas formas genera una tensión cinematográfica. Siempre en esa frase me imagino una novia despechada que quedó barada con el A4 en Puente Sarmiento, o el salón de la fiesta, semi vacío con los globos inflados y los platos listos.
De allí todos a la fiesta, el lujoso salón con parque. Las mesas para ocho personas, divididas por estados civiles o logros profesionales. Abogados, arquitectos e ingenieros al frente, solteros, divorciados, viudos tíos curas a la izquierda, profesores, familia mayor culta, amigos extranjeros y socios a la derecha. Y allí cayó Tía Clelía por haberse ganado un viaje a Río en Tsu cosméticos.
Nosotros con los chicos al fondo, frente a los baños.
Y luego la conversación con la hermana política del cuñado del padre de la novia, que comienza con un: ¿Qué lindo tu peinado?, para concluír con una confesión testimonial de sus frustraciones sentimentales a las seis de la mañana
Al otro día la encontrás nuevamente en el asado de despedida de los novios, pero ya volvió a su estado natural de conciencia asistida. NI bola, es decir que te usaron de sicóloga sin pagarte un peso.
La comida perfectamente servida. Empezando de la mesa de los novios (que no prueban más que un bocado de torta) y viniendo hacia el fondo. Es decir que quince minutos estuvimos soportando ese trinar de cubiertos de las viejas en su lucha con el pollo. El helado cuando llegó ya estaba derretido. Los regalos: desaparecidos, son de esos casamientos en que no ves ni uno.
Para las cuatro de la mañana, vaya a saber si por efectos del alcohol o el tiempo transcurrido o ambas cosas, todo se empieza como a descomponer, a perder paulatinamente el brillo. La risa de los novios, primero tensa, luego feliz, relajada, divertida, desbordada, se desfiguran con ténues extravios de pensamiento, miradas que comienzan a encontrarse perdidas en el abismo de las decisiones apresuradas, finalizan en un shock donde los trecientos pensamientos previos se hacen un único y último y sostenido terror: Están finalmente casados.
Al mismo tiempo, como una peste ramificada, las rubias pulposas resultan ser reflejos, desteñimientos, la morocha solterona con mirada de misterio resultó ser una hiperquinética pesada que sacó a bailar hasta los mozos en un frenesí de baile destartalado como si fuera a perder sus extremidades o tirar la mesa dulce; y la rubiecita; ay si, la rubiecita timidona con cara de Avril Lavigne y olor a babyscuitt con la que especulaste pasar la noche apartado del resto de boludos fiesteros, era lesbiana, y reía pavamente de todo lo que decías.
El que tenías del otro lado en la mesa, vaya a saber pariente de quién, no hacía más que hablar de medicamentos y de la posible gastritis que le daría de seguir tomando.
Después el cintillo, la pata flambeada, el cotillón que siempre te toca fallado y el infaltable mozo que te mira de costeleta.
Un casamiento de mierda, llegué con hambre con sed y sin porción de torta. La verdad estuvo mejor el casamiento del Seba en lo del tío o el de la Maga, el año pasado en Unión Ferroviaria...

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